“Entonces Ester envió esta
respuesta a Mardoqueo: «Ve y reúne a todos los judíos de Susa, para que ayunen
por mí. Que no coman ni beban nada durante tres días y tres noches. Mis criadas
y yo haremos también lo mismo, y después iré a ver al rey, aunque eso vaya
contra la ley. Y si me matan, que me maten.»
(Ester 4: 15-16)
Lo primero que necesitamos
remarcar es que el ayuno es una práctica espiritual que ayuda a bajar el
volumen en nuestras búsquedas físicas para enfocarnos con más precisión en
nuestra parte espiritual.
Debemos entender que en la
mentalidad de Israel esta disciplina facilita el proceso llamado en hebreo "teshuvá"
(literalmente "retorno" o "giro") o “arrepentimiento” (en griego metanoia). En la práctica del ayuno nosotros retornamos a nuestro estado esencial de pureza. Nuestra mente se pone a disposición del Mesías y Él la llena de Sus pensamientos a fin de volver al mundo material y transmutarlo por medio de la fe.
Desde este entendimiento
espiritual despojaremos al ayuno de todo misticismo pagano con el que las
religiones babilónicas lo practican y lo convertiremos en un instrumento
apropiado para que el espíritu domine y sature con fe al alma y está no sea fuente
de pasiones e ilusiones.
Ester pidió un ayuno porque
sabía que a través de un análisis de conciencia los judíos lograrían la
conexión espiritual necesaria para que su misión liberadora de transmutación de
destino fuera exitosa.
El propósito de este ayuno es
la elevación y la inspiración del espíritu redimido por el Pacto del Eterno. Todo hijo del Eterno sabe que Dios ha provisto un camino para cambiar ciertas derrotas en victoria y transformar las fortalezas demoníacas en autopistas de Su poder y Su gracia. ¡Cuando la derrota mira de frente al rostro de un escogido, la potencia oculta del ayuno y la oración le otorga el poder para lograr descubrir al Espíritu Santo obrando dentro de él!
Los judíos ayunaron y clamaron en oración el 13 de Adar en preparación para su defensa en contra del decreto de Amán. Ellos
conocían el secreto develado por las Sagradas Escrituras que enseñaban al ejército
de Israel a practicar el ayuno cuando iba a la guerra. Los soldados debían meterse a ayunar el día anterior al inicio del tiempo bélico. Esto se contrastaba con los ejércitos seculares paganos,
que pasaban el día anterior preparando provisiones y armamentos. Todo israelita conocía que la mejor arma
de un hebreo es el reconocimiento de que la fuerza y la victoria vienen
solamente a través del Eterno Dios (Jueces 20:26; 1 Samuel 7:6). También Moisés ayuno antes de entrar en guerra con Amalec, antepasado patriarcal de Amán (Éxodo 17:10).
Para el pueblo de Dios la razón
del ayuno es mostrar que el hombre no
prevalece debido a su gran fortaleza física o habilidad, sino sólo gracias a
que eleva sus ojos en súplica al Cielo (dimensiones del Reino) y Dios, desde Su
Trono, le concede su misericordia para triunfar en la batalla. Además, el hecho
mismo de que estamos debilitados físicamente cuando la batalla comienza, nos
asegura que ninguna victoria puede ser atribuida a nuestras proezas físicas.
En la historia de Ester vemos
que ella ayunó durante tres días y tres noches y oró por su pueblo, cubriendo
la cabeza con polvo y pidiendo también al pueblo que ayunase. Al tercer día vemos
a Ester transformada, pasando de su monótona vida palaciega a la acción. En
esta actitud se presenta al rey, "aun en contra de su orden y si he de
morir, moriré" (4,16). La heroína renuncia a su vida de lujo y esplendor
para compartir la suerte de su pueblo calumniado y perseguido. El ayuno ayudó a
Ester a vencer el miedo al hombre y hasta el miedo a la muerte y de ese modo
recibió una unción de denuedo que la condujo a manifestarse valientemente
delante del rey de Persia. Ella aprendió en esos tres días de ayuno a dejar en las manos de Dios absolutamente todo, incluso su futuro y hasta sus enemigos.
El relato de Ester muestra cómo
el Eterno oyó las súplicas y atendió el ayuno de Su pueblo y el mismo día en
que los persas tramaban exterminar al pueblo, lo israelitas fueron quienes
enfrentaron y derrotaron a sus enemigos y eliminaron en todo el reino setenta y
cinco mil adversarios, a parte de los que eliminaron en Susa, la capital del
imperio Persa. Y ningún israelita murió, ya que no fue la fuerza o la destreza
bélica lo que imperó, sino el Espíritu de Dios que los acompañó.
Al participar en este ayuno en
particular nuestros corazones se sujetarán al correcto paradigma bíblico de que
los mortales tienen límites, pero Dios puede conseguir lo imposible.
En el libro de Ester se nos revela que el ayuno es un asunto serio con Dios. El ayuno lo cambia todo.
Los exhorto a practicar este ayuno junto a todos los primogénitos del Monte Santo ya que sé que lo inspirará y fortalecerá para pelear la buena batalla porque sabemos que Dios ya nos ha dado la solución.
Anímese y traiga la gloria de Dios a su vida, a su iglesia, a su ciudad y a su nación a través del poder secreto de la oración y el ayuno.
¡Shalom Alehem!
P.A. David Nesher
¡Shalom Alehem!
P.A. David Nesher
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