Por: P.A. David Nesher
En el mes de adar nuestro Padre Eterno quiere que programemos nuestros pensamientos en obediencia a Cristo y así recordaremos cada día que ser feliz no es tener un cielo sin tempestades, caminos sin accidentes, trabajos sin cansancio, relaciones sin decepciones.
El Eterno Abba nos desafía durante este mes a manifestar nuestro entendimiento de que ser feliz es dejar de ser víctima de los problemas y volverse un actor de la propia historia. Es atravesar desiertos que están fuera de nosotros, más ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito de nuestro interior.
Ser feliz es agradecer a Dios cada mañana por el milagro de la vida, producto de su silencios trabajo cotidiano sobre nosotros.
Y es que ser feliz no es tener una vida perfecta sino usar las lágrimas para regar la tolerancia. Usar las pérdidas para refinar la paciencia. Usar las fallas para esculpir la serenidad. Usar el dolor para lapidar el placer. Usar los obstáculos para abrir las ventanas de la inteligencia.
Podemos ser felices aún cuando las circunstancias no sean las mejores porque, a final de cuentas, la felicidad es un estado o condición del espíritu humano que se reconoce bendecida por Dios y demuestra siempre su contentamiento.
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