miércoles, 20 de febrero de 2013

La realidad es la máscara favorita de Dios


La realidad no es lo que aparenta ser. Hay "Alguien" dirigiendo el show, sólo que se está escondiendo. Nada es aleatorio; incluso el mayor mal o el más grande sufrimiento, más allá de lo difícil que pueda ser de comprender, es al final de cuentas parte de un diseño superior que está conduciendo la historia humana a la plenitud de un propósito.

Ante todo esto, la pregunta más grande de la historia humana sigue presente: ¿Por qué Dios esconde Su rostro mientras lleva a cabo Su propósito?

Quizás la respuesta más apropiada yace en lo que podría considerarse el clímax de la historia de Ester, cuando Mardoqueo, el líder de la comunidad judía, le dice a su prima, la reina Ester, que debe revelarle al rey su identidad verdadera e implorarle que salve a su pueblo del decreto de Hamán. Cuando Ester le recuerda que si se acerca al rey sin una invitación puede ser ejecutada, Mardoqueo le responde de una manera sorprendente. En lugar de pedirle que utilice su poder e influencia, como hubiésemos esperado, le dice con calma:

"No creas que podrás escapar, en el palacio del rey, más que cualquier otro judío. Porque si te mantienes en silencio en un momento como este, el alivio y la salvación vendrán a los judíos desde otro lugar, mientras que tú y la casa de tu padre perecerán. ¡Y quién sabe si fue sólo para este momento que alcanzaste la posición real!
(Ester 4:13-14)
En otras palabras: "no te necesitamos Ester, ¡tú nos necesitas a nosotros! Porque cuando Dios se oculta, por así decir, y permite que el mal asome su asquerosa cabeza, no es porque haya perdido el control de Su mundo y necesite nuestra ayuda; sino porque quiere crear una oportunidad para que demos un paso adelante y llenemos el vacío existencial que se ha formado". Los desafíos e imperfecciones que experimentamos en la vida son precisamente las cosas que nos incitan a materializar nuestro potencial, lo que significa que incluso lo "malo" en nuestro mundo es, en realidad, lo mejor para nosotros.

El libro de Ester, en su relato, abarca un periodo de nueve años. Cuando la historia es comprimida en un sólo libro y la leemos en media hora, vemos con perspectiva y retrospectiva como cada doloroso evento estaba ocurriendo en pos de un fin. Sin embargo, cuando estamos en medio de una situación difícil, tendemos a ver sólo oscuridad y confusión.

El postulado de esta historia es bien claro: Dios moldea cada evento de nuestras vidas con supervisión directa. Nada es casualidad. Nuestras circunstancias no son coincidencias. Todo está dirigido.

El libro de Ester, a través del Purim, nos recuerda que nosotros somos quienes determinamos la calidad de nuestras vidas. Que en cada uno de nosotros se encuentra la capacidad de ser feliz más allá de lo difícil que parezcan las cosas a primera vista. El relato de Ester nos inspira a mirar la vida con más profundidad y verla como realmente es: un increíble regalo celestial lleno de oportunidades. Pero quizás, por sobre todas las cosas, nos desafía a mirar muy adentro nuestro y reconocer que nuestros desafíos más grandes son oportunidades hechas a medida para que salgamos al ruedo y descubramos de qué estamos hechos realmente, y que entonces podamos brillar. 

En este libro el nombre de Dios ni siquiera aparece. Pero cuando todo es dicho y hecho, Su presencia es reconocida en cualquier parte. Él no está oculto. Sólo aparenta estarlo. Depende de nosotros encontrarlo en cada evento de nuestras vidas.

El mensaje particular, por lo tanto, es ver la mano de Dios en la historia y en los asuntos mundanos.

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