martes, 27 de septiembre de 2011

Los dos montes: el de la religión y el del Dios Eterno y Verdadero


El autoro de la carta a los Hebreos dice en el capítul 12 (vv.12-24) lo siguiente:

12 Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas;
    13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.
    14 Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.
    15 Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;
    16 no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura.
    17 Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas.
    18 Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad,
    19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más,
    20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo;
    21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;
    22 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
    23 a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
    24 a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.

El Monte Santo es el diseño profético que representa al Gobierno (Reino) de Dios asentado en la Tierra a través de la obra del Mesías en el corazón humano. El Creador y Redentor de nuestras vidas, Dios de Abraham, Isaac y Jacob, estableció en su Cordero Eterno el establecimiento de su Reino en la Tierra. Desde su Espíritu de Amor derramado en sus hijos el Dios Verdadero pretende revelar los beneficios de su Gobierno a todos los seres humanos que habitan el planeta.

Por eso el autor de esta carte está apuntando con su enseñanza a que sus oyentes estén dispuestos a realizar una revisión de vida desde una nueva perspectiva: la revelación del Dios Viviente en la sangre rociada de su Apóstol y Sumo Sacerdote. Para lograrlo se propone a los discípulos abandonar el mundo sensorial que nos gobierna con sus ilusiones. Una de esas ilusiones, y la más dañina por cierto, es la llamada religión. Un monte o cosmovisión errada que establece el gobierno del temor en las mentes y los corazones de los hombres. El autor, inspirado por el Espíritu Santo, denuncia a la religión judía, proveniente de la Tradición Legalista de la Torah, como un monte al que no deben subir aquellos que hoy disfrutan de la Nueva Alianza en Cristo Jesús.

Por el contrario, el monte de Dios, llamado aquí Sión, nada tiene que ver con los parámetros trazados en la ciudad terrenal de Jerusalén. No. El monte santo de Dios es completamente espíritual, por lo tanto los que allí habitan tienen una serie de características que los distingue de los que están sumidos en la base del monte de la religión. Entre las características del monte del Gobierno Divino se destaca la seguridad, el gozo y la certeza que da el Espíritu que allí gobierna. 

La Jerusalén Celestial es una dimensión mental constituida y edificada con personas en quienes está la convicción de tener un espíritu de poder, amor, y dominiio propio (2Timoteo 1:6-7). Este es el Monte Santo del Eterno. Su gobierno sobre nuestros corazones impregnándonos de la sustancia que llevó a Abraham a colocar su expectativa de vida en la ciudad celestial cuyo arquitecto y edificador es Dios.

¿Cuál es el Monte dónde tú has subido?

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