Hay determinados días en el calendario del Eterno Dios en los cuales todo el pueblo de Israel se abstiene de comer y beber, por las catástrofes y tribulaciones ocurridas en el pasado. Esos días son llamados los días de taanit tzibur (ayuno público).
El propósito de estos días de ayuno es despertarnos de nuestro letargo, al conmover nuestros corazones hacia el arrepentimiento (teshuvá), recordando nuestros propios pecados así como también los de nuestros ancestros - que fueron similares a los nuestros. Al recordar estos pecados - los cuales continuamos cometiendo y siguen provocando calamidades similares a aquellas que nuestro pueblo ya sufrió en el pasado - somos motivados a retornar al camino correcto de la vida, como dice la Torá: "Y ellos confesarán sus pecados y los pecados de sus ancestros…" (Vaikrá - Levítico - 26:40).
Cada persona debe aprovechar estos días de ayuno y reflexión para hacer un profundo autoexamen de sus acciones, puesto que el propósito esencial de un día de ayuno no es el ayuno en sí, sino motivar a la persona a arrepentirse.
Uno de esos días, y uno de esos ayunos ocurre el día 17 del cuarto mes (llamado tamuz por la casa de Judá).
El Ayuno del 17 de Tamuz es el primero de los días de ayuno en listados en la Biblia, llamado allí "el ayuno del cuarto mes" (Zacarias 8:19).
"Así ha dicho Yahvéh de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz".
(Zac 8:19)
Este ayuno del cuarto mes conmemora la primera brecha hecha en las murallas de Jerusalén, antes de que el Primer Templo fue destruido por el ejército babilónico. Para nosotros, los primogénitos del Pacto Renovado, nos sirve para meditar cómo está nuestra muralla de salvación. En este ayuno evaluamos si nuestras actitudes idolátricas han conducido las circunstancias para provocar causales al enemigo para que realice vallados en nuestra muralla protectora otorgada por la Salvación del Mesías.
Este ayuno fue probablemente en algún momento observado en el día 9 de Tamuz. Luego cambió al 17. Hay dos razones comunes aceptados por los estudiosos para el cambio de la fecha. Y es que este ayuno fue instituido en recuerdo a la ruptura de la murallas de Jerusalén durante ambos sitios impuestos a la ciudad en la Antigüedad: el primero de ellos por Nabucodonosor de Babilonia, el 9 de Tamuz de 586 a. C., y por segunda vez por el comandante de las legiones romanas, Tito, el día 17 de Tamuz del año 70, que devino tres semanas más adelante en la caída de la ciudad y destrucción del segundo Templo de Jerusalén, el día 9 de Av del mismo año.
Asimismo, en el día 17 del cuarto mes comienzan las «tres semanas de duelo», llamadas también «días de la angostura» (Yemei bein Hametsarim, יְמֵי בֵּין הַמְּצָרִים). Este término hebreo que significa “entre ambos lados del Estrecho” o “lugares estrechos”. Esta expresión surge de lo anunciado en Lamentaciones 1:3: "Judá está desterrada, en postración y en extrema servidumbre. Sentada entre las naciones, no encuentra sosiego. La alcanzan todos sus perseguidores entre las angosturas". Como verán este nombre ha sido dado al periodo de duelo de tres semanas que comienza con el ayuno del 17 de Tamuz, y culmina el 9 de Av, día de duelo nacional por la destrucción de ambos templos.
Notamos que el profeta Daniel estaba guardando estos días en su famoso ayuno: "En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas: no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí, hasta el término de estas tres semanas" (Daniel 10:2-3).
Notamos que el profeta Daniel estaba guardando estos días en su famoso ayuno: "En aquel tiempo, yo, Daniel, hice penitencia durante tres semanas: no comí alimento sabroso; ni carne ni vino entraron en mi boca, ni me ungí, hasta el término de estas tres semanas" (Daniel 10:2-3).
Para nosotros este período de días nos permite clamar con el poder que da el gozo de Su salvación a fin de que el Eterno nos liberé de toda estrechez y/o angostura que el enemigo ha tramado contra nuestras vidas.
La historia de la Salvación nos refleja un evento terrible que marco también este día. Evento que no es solo lo que sucedió con Jerusalén ante la invasión babilónica, sino que nos remonta a los tiempos del desierto, apenas Israel había sido liberado por Yahwéh de Egipto. Podemos exactamente conocer que sí La Toráh fue entregada entre el 6 y el 7 de Siván, Moisés ascendió por orden del Eterno Dios para recibir las tablas. Permaneció allí en el monte Sinaí durante cuarenta días, dándole por muerto el 17 de Tammuz. Ese mismo día Moisés descendió, y cuando vio que los israelitas habían hecho el Becerro de Oro, rompió las tablas. Este evento fue el sello doloroso y lamento de este ayuno. Recordar nuestro acto de desobediencia, desesperanza y falta de paciencia. Por eso el Señor quiere que hagamos memoria de nuestras rebeldías e impaciencias y convirtamos este tiempo para afligirnos y meditar en Su Palabra para que seamos hombres piadosos, temerosos y obedientes.
Es por eso que aquellos que cuidan el ayuno pero no meditan sobre los cambios internos que su realidad exige están desperdiciando el día. Ellos sólo enfatizan lo que es secundario (el ayuno) y desprecian lo que es esencial (el arrepentimiento). Sin embargo, tomar el arrepentimiento solamente, sin ayunar, es insuficiente, porque el ayunar es una orden establecida por los Profetas, y todo el pueblo de Israel ha cumplido estos días de ayuno, a través de todas las generaciones.
La sabiduría de lo alto que hay en la prescripción de este ayuno es que por él adquirimos control del ego, minimizando aquellas cosas que llevan a fortalecer las pasiones e incrementando lo que alimenta al espíritu. Y lo fortalece de modo que el cuerpo siga al espíritu y se comporte en él del modo que complace a Yahvéh.
La sabiduría de lo alto que hay en la prescripción de este ayuno es que por él adquirimos control del ego, minimizando aquellas cosas que llevan a fortalecer las pasiones e incrementando lo que alimenta al espíritu. Y lo fortalece de modo que el cuerpo siga al espíritu y se comporte en él del modo que complace a Yahvéh.
El hecho de meditar profundamente en estos trágicos eventos tiene como objetivo ayudarnos a conquistar las deficiencias espirituales que los provocaron. A través del proceso de “Teshuvá” – introspección y compromiso a cambiar – adquirimos el poder del Espíritu Santo de transformar tragedias en alegrías.
¡Únase a este tiempo de ayuno lleno del gozo que nos ha otorgado la Fe en el Mesías Yeshúa!
sea muy bendecido en estos nuevos alineamientos del Espíritu.
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