Declaro hoy que “Cristo
es la Piedra viva” (1Pedro 2:4-10). Desde esta declaración,
decreto, por medio de esta revelación, que todos los escogidos y santos hijos
del Eterno se encaminan a invadir el sistema con bocas llenas de seguridades
que da la fe. Los próximos días lunares, llamados en la mente hebrea Elul, se
sujetarán a la capacitación ministerial de los santos, y desde el Día de
la Fiesta de las Trompetas (en el mes de
Tisrhei), los peregrinos de la fe, según el linaje de Cristo en la fe de
Abraham, convertirán a las naciones en blancos de su influencia profética.
El sacerdocio universal de cada creyente se activó en este
mes que pasó (Menahem Av) como poder destructor de las obras de las tinieblas.
Para eso vino el hijo del hombre, para la destrucción de las obras del diablo.
En la epístola 1ra de Juan dice: “…Para esto vino el Hijo de Dios para
deshacer las obras del diablo” (1Juan 3:8). Él lo logró ejerciendo lo
sustancial del espíritu humano: la imagen de Dios conformándose a la Semejanza
Divina de sabiduría y poder.
Si alguien está en Cristo tiene la misma naturaleza que Él
tuvo en la tierra y por lo tanto lo que Él hizo aquí ese ser humano también lo
puede lograr.
En Mendoza he capacitado a los santos en estos últimos años
para ir contra las obras del diablo. El Bendito y Eterno Dios Verdadero me ha
mostrado la calidad de madurez que han alcanzado los santos que conmigo
conviven y desde ella ser lanzados a las naciones en misiones de poder
transformador. He sido testigo cómo cada vez que alguien de Monte Santo Mendoza
pisa otro territorio en misión apostólica. La unción adquirida se despliega con
propósito liberador sobre almas de escogidos de Yahvéh.
Una persona con sabiduría tiene activado su poder sacerdotal.
Si no se ejercita el poder del sacerdocio las tinieblas
continúan prevaleciendo sobre las naciones. El sacerdocio es la capacidad de
usar el poder espiritual entendiendo cuándo, cómo, dónde y por qué usarlo.
Todos los que están en el Hijo cuentan con ese poder. Son parte de la casa
sacerdotal que Dios está levantando.
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