lunes, 1 de abril de 2013

Semana de Hag Ha Matzah: ¿Por qué hemos comido Pan sin levadura?


Autor: P.A. David Nesher

Aprendimos que el día 14 del primer mes del año en el calendario de YHVH, (Éxodo 12:2), se celebra la fiesta de Pesaj o Pascua, día exacto en que Yeshua nuestro Salvador dio su vida para que nosotros pudiéramos ser redimidos del pecado e injertados en el pueblo Santo del padre: Israel. (Romanos 11). 

Recordando que el tiempo del Padre comienza con la caída del sol y hasta el atardecer siguiente, al anochecer del día 14, es decir apenas inicia el 15º día, comienza una Fiesta muy especial: la Fiesta del Pan sin levadura (Hag Ha Matzah)

¿En que consiste esta fiesta? 

Básicamente, la ordenanza es que durante siete días no se coma pan ni ningún alimento que contenga levadura. El pan que se come en este tiempo es el pan sin levadura llamado matza. 

Primeramente vamos a reforzar la razón histórica para Hag Ha Matzah (la Fiesta de los Panes Sin Levadura). La misma responde al hecho que a Israel se le requería que comiera pan sin fermentar o leudado durante siete días desde el 15 del primer mes. 

Después de muchos años de soportar una cruel esclavitud en Egipto, el pueblo de Israel recibió la oportunidad de salir de Egipto durante la Fiesta de Panes Sin Levadura. Egipto (Mitzraim) y su líder, el faraón, se convirtieron entonces en el símbolo del pecado y de Satanás, influyendo y opresionando a los escogidos del Eterno Dios. 


Lo cierto es que apenas abandonaron la región de su esclavitud, las Escrituras relatan que el faraón persiguió a los israelitas, encerrándolos frente al Mar Rojo. Él no quería que ellos fueran libres. Así mismo es como Satanás tampoco desea que nos escapemos de sus garras y dominios. Israel estaba a su merced, como nosotros lo estamos también día a día en nuestra lucha contra HaSatán. En esta situación descubrimos que nuestra fuerza no es suficiente. Necesitamos la fortaleza del Señor para vencer y mantenernos firmes (Ef. 6:10-12)

Pero el Eterno Dios les proveyó a los israelitas la forma de escapar: ¡directamente a través del Mar Rojo! Y hoy, a nosotros, nos ofrece una forma de escapar por medio de su milagrosa ayuda. El apóstol Pablo explicó que el Mar Rojo fue una especie de bautismo, el comienzo del proceso de conversión hecho posible con la ayuda de Dios (1 Corintios 10:1-4). En la Fiesta de los Panes sin Levadura nuestra memoria se activa valorando el poder santificador de nuestro bautismo.

La Fiesta de Panes Sin Levadura (Hag Ha Matzah) toma su nombre del requisito de deshacernos de la levadura y evitar el pan leudado para comer panes sin levadura durante estos siete días (Éxodo 12:15). La levadura es un símbolo de pecado (malicia e impiedad). 

El proceso de leudado estaba asociado con la descomposición y la putrefacción y por lo tanto simbolizaba corrupción y pecado. La levadura produce fermentación, un símbolo natural de impureza y corrupción moral. Justamente como la levadura hace que la masa crezca, está asociada con lo que es la raíz de todos los pecados, el orgullo. Otros pecados espirituales dañinos que la levadura simboliza, según las Sagradas Escrituras, son malicia, maldad, hipocresía y falsas enseñanzas (1 Corintios 5:8; Lucas 12:1; Mateo 16:11-12).

El apóstol Pablo escribía a los creyentes de Corinto:  "Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad" (1 Corintios 5: 7-8). Vemos en estas palabras cómo la levadura era para los santos del primer siglo, lo mismo que fue para el Israel del Antiguo Pacto: símbolo del  malicia (hipocresía tradicionalista) e impiedad.


En la epístola a los romanos Pablo nos enseña que nuestra antigua y pecaminosa naturaleza (tipificada por la levadura), fue enterrada con Cristo en nuestro bautismo en agua. "porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo…" (Ro 6:4).

Para Pablo y los santos primigenios la interpretación de esta fiesta era unívoca: así como los hijos de Israel fueron bautizados en las aguas del mar rojo, cuando pasaron por el camino que Dios les abrió a través de Él, llevando consigo los panes sin levadura para sostenerse en el viaje de su nueva vida bajo la dirección de Moisés, de igual manera, a los discípulos del Mesías, nos ha sucedido en la nueva vida en Cristo.

"Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados… en el mar" 
(1 Co 10:1 y 2)

Por todo lo hasta aquí expuesto, discernimos que el aspecto personal (individual) de esta fiesta, es el deshacerse de la malicia y la impiedad que hay en nuestras vidas. Sacar la levadura de nuestros hogares nos da una lección objetiva de todo el trabajo y el desafío que implica remover el pecado de nuestra vida. La levadura difícil de encontrar nos recuerda que debemos examinarnos cuidadosamente en busca del pecado, arrepentirnos y pedirle ayuda a Dios para poder sacarlo.

Antes de continuar con este estudio necesito que refresquemos el poder de nuestra memoria considerando que la Cena de Pascua (Pesaj), celebrada el 14 de nisán, representa a Jesús  el Mesías tratando con la culpabilidad de nuestros pecados. En cambio, el pan sin levadura de Hag Ha Matzah habla de Jesús el Señor tratando con la práctica del pecado en nuestras vidas.

El evangelio según san Mateo registra al ángel declarando: "… y llamarás su nombre JESÚS [que significa YHVH salva], porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1:21). Este anuncio angelical conlleva un oráculo acerca de la misión redentora del Mesías revelando el objetivo de la misma: procesar el pecado instalado en el hombre por rebelión.

Por ello se entiende que la Fiesta de los Panes sin Levadura hace referencia al proceso divino en el hombre denominado "santificación". El pan sin levadura nos habla, personalmente, acerca del trato de cualquier maldad o impiedad en nosotros. Es urgente que nos limpiemos de toda maldad, entregándonos a la justicia y no al pecado.

La santificación es un estado de separación para Dios. Todos los creyentes entran en este estado cuando son nacidos de Dios: “Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” (1 Corintios 1:30). Esta es una separación definitiva, eternamente apartados para Dios. Es una parte intrínseca de nuestra salvación, nuestra conexión con Cristo (Hebreos 10:10).

La santificación se refiere a la experiencia práctica de esta separación en Dios, siendo el resultado de la obediencia a la Palabra de Dios en la vida de uno, y ha de ser buscada fervientemente por el creyente (1 Pedro 1:15; Hebreos 12:14). 

Si leemos lo que el Señor oró en Juan 17 en el verso 16: ... “no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo...” y esto está antes de Su petición: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad...”, notamos que la santificación es un estado de separación para Dios. Teniendo en cuenta los lineamientos que se revelan en la oración sacerdotal de Jesús, será importante agregar que la santificación comprende la separación de los creyentes para el propósito por el cual fueron enviados al mundo: “como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.” (Juan 17: 18-19). Que el Mesías mismo haya sido apartado para el propósito por el cual fue enviado, es tanto la base como la condición de nuestra separación por la cual somos enviados a este mundo (Juan 10:36). Su santificación es el modelo y el poder para la nuestra. El que envío y la santificación son inseparables. Por esta causa los creyentes son llamados santos, traducido del griego hagios que significa: “los santificados” Mientras que anteriormente su comportamiento daba testimonio de su posición en el mundo, en Cristo, separados para Dios, ahora su comportamiento debe dar testimonio de su posición ante Dios y su separación del mundo.

La santificación es la consagración en la que los discípulos deben considerarse a sí mismos la propiedad de Dios, comprados por el precio de la sangre de Cristo (1 Corintios 6:19 - 20). Ellos deben dedicarse a sí mismos a hacer Su voluntad en todos los aspectos de sus vidas. Desde el tiempo de su conversión hasta que ellos entren en el mundo de la eternidad, ellos son los siervos de Dios para hacer el trabajo que Él les asigne para el bien de Su reino.

Este fue el mensaje que Pablo predicó a la iglesia de Corinto al hacerlos reflexionar en el poder de la solemnidad de Pascua. Ellos necesitaban experimentar, en forma individual y a la vez comunitaria, la Fiesta de los Panes Sin Levadura. Tenían gran fe y contaban con muchos dones del Espíritu Santo, pero habían sido corrompidos por las injusticias de la comunidad.

El Calvario expone el castigo de Dios por el pecado.

En la solemnidad de Pascua (Pesaj, Panes sin Levadura y Primicias) nuestras memorias se activan en la confesión de que Jesús se hizo humano para redimir la creación caída. 

Esta activación nos da el poder cuatro principios de Su Sabiduría:

Primero, el Mesías demostró que era posible ser totalmente humano y vivir sin pecar.

Segundo, en la cruz el Mesías sin pecado tomó sobre sí mismo la carga entera de pecado humano-su pena, su contaminación y su poder- (2 Corintios 5:21). Mediante Su expiación las consecuencias del pecado se descartan en la vida del creyente. 

Tercero, Su resurrección victoriosa hizo posible un modo de vida completamente nuevo. Desde ella debe surge que nuestra respuesta ante el pecado debe ser un arrepentimiento vehemente, un deseo de “no pecar más” y vestirnos de justicia, descubrimos rápidamente que no podemos lograrlo por nosotros mismos (2 Corintios 7:10-11; Juan 8:11; Romanos 7:23-25). Necesitamos la ayuda de Dios.

Cuarto, con Su don del Espíritu Santo, Él pone a nuestra disposición el poder para vivir santamente. Un poder que Él mismo experimento en los días de Su carne. El discípulo no tiene que esforzarse mas para cumplir la ley santa de Dios, o sentirse siempre frustrado a causa de la presencia persistente del pecado interior porque la ley del Espíritu en Cristo Jesús le hace libre de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:1-4).

La Escritura, regocijándose en esta victoria completa de Cristo sobre el pecado, resume Su obra expiatoria como completa en la santificación de Su pueblo (Hebreos 10:10). Para el creyente Jesús "ha sido hecho por Dios sabiduría justificación santificación y redención"(1 Corintios 1:30).

En conclusión, cuando nosotros nos apropiamos de la gracia que Dios ha proveído, encontramos que la santificación viene a ser una realidad vibrante en nuestras vidas. 

Hay dos condiciones escriturales para que este proceso no sufra obstáculo alguno : "El Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que lo pidan" (Lucas 11:13), y "Él da el Espiritu Santo a los que le obedecen" (Hechos 5:32). Discernimos que orando y obedeciendo-andando en la luz como él está en luz (1 Juan 1:7)-purificando y consagrando nuestras vidas delante de Dios, estas son las maneras de realizar la presencia santificadora del Espíritu Santo. Entonces, Dios nos comunica la plenitud de la redención que Jesús ha proveído para Su pueblo, una vida que es agradable a Dios. 

La Fiesta de Panes Sin Levadura nos recuerda que someternos a Jesús es la única respuesta correcta ante su misericordioso sacrificio. No somos salvos por buenas obras; sin embargo fuimos “creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 2:10). Un discípulo que ha sido perdonado buscará la ayuda de Dios para no volver a la esclavitud del pecado.  

En la Fiesta de Panes sin Levadura entendemos que somos pan sin levadura. Somos masa pura, masa sin leudar, sin fermento. Somos puros y sin mancha (Efesios 5:27). El Verbo habita en nosotros. Aquel que es la Verdad y la Vida está en nosotros. Cristo está en esencialmente activo en todo nuestro ser. Su Ley (Torah) está escrita en nuestros corazones y nuestras mentes. Esa ley es la fe, que produce frutos espirituales, que nos hace entrar a un reino inconmovible que no consiste en comida ni bebida, sino en justicia paz y gozo. Ahora entendemos que nosotros somos los panes sin levadura de la fiesta, la cual se celebra todos los días del año porque, en Cristo, fuimos hechos libres una vez para siempre. 

El paso siguiente en el proceso retentivo de Dios está representado por la siguiente solemnidad: Fiesta de Pentecostés. ¡Contemos con esperanza los cincuenta días para nuestra glorificación!

Autor: P.A. David Nesher


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