miércoles, 23 de mayo de 2012

EL PODER CURATIVO DE LA BONDAD: LOS BENEFICIOS EN LA SALUD POR AYUDAR A OTROS.



Allan Luks, ex- director ejecutivo del Instituto para la Promoción de la Salud y director de Big Brothers/Big Sisters de New York ha documentado los beneficios físicos y mentales de la bondad luego de encuestar a más de 3.000 voluntarios de todas las edades en más de 20 organizaciones de todo el país, concluyendo de la siguiente manera:

• Una oleada de euforia, seguido por un largo período de calma después de la realización de un acto de bondad, produce una participación de sensaciones físicas y la liberación de los analgésicos naturales del cuerpo, las endorfinas. Esta carrera inicial es seguido por un período de más larga duración de la emocion y de mayor bienestar. 

• Los problemas de salud relacionados con el estrés  mejoran después de la realización de actos de bondad. Ayudar invierte los sentimientos de depresión, proporciona el contacto social, y disminuye los sentimientos de hostilidad y aislamiento que pueden causar estrés, comer en exceso, úlceras, etc. Una caída en la tensión puede, para algunas personas, disminuir la constricción en los pulmones que conduce a los ataques de asma. 

• Ayudar puede mejorar nuestros sentimientos de alegría, fortaleza emocional y vigor,y puede reducir la sensación enfermiza de aislamiento.

• La bondad puede ayudar a disminuir la intensidad de algún dolor físico o desaparecerlo por completo.

•El sólo hecho de recordar el acto de bondad que se ha realizado provoca sensaciones de bienestar y beneficia la salud aun después de horas y días. 

• Se logra un mayor sentido de autoestima, mayor felicidad y optimismo, así como una disminución en los sentimientos de impotencia y la depresión.



“Porque en otro tiempo erais tinieblas, más ahora sois luz (porque el fruto el fruto del espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor”.
(Efesios 5:8-10).

sábado, 19 de mayo de 2012

1er Día de la Novena de Pentecostés: El Amor al Propósito Eterno

Por:  P.A. David Nesher 
El evangelio de Reinado de Yahvé comienza con el anuncio de la buena noticia de que Jesucristo murió, resucitó y fue sentado a la diestra de Dios en los lugares celestiales. 

La buena nueva del Eterno anuncia  que Jesucristo murió por nosotros. La frase «por nosotros» no significa que Cristo murió por culpa nuestra, sino más bien que Jesucristo murió en nuestro lugar. En efecto, él fue nuestro substituto en la cruz del Calvario. La cruz es el símbolo de la maldición del pecado. Ella representa al árbol de la ciencia del bien y el mal, de cuyo fruto (consejo de cosmovisión) el primer Adán decidió comer y así caer de su condición y posición de hijo del Altísimo en co-regencia universal. Por ello, la cruz, representa  a la muerte espiritual misma en la que la humanidad se encuentra viviendo desde aquel remoto entonces.

Es en ese sentido que Jesús tomó en la cruz nuestro lugar. Él se ofreció como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. De este modo todo decreto de maldición se rompió y por su muerte quedamos libres de toda condenación. Por eso, Pablo se atreve a decir que «si uno murió por todos, luego todos murieron» (2ª Cor. 5:14). 

Pero el Señor Jesucristo no solo murió por nosotros, sino que también resucitó por nosotros. Entonces, podemos decir, usando una lógica celestial que fluye desde lo dicho por Pablo, que si uno resucitó por todos, luego todos resucitaron. Esto, no obstante, no es algo que solo podamos inferir de las palabras de Pablo, sino que está afirmado explícitamente por él cuando expresa: «En el cual (en el bautismo) fuisteis también resucitados con él (con Cristo)» (Col. 2:12). «Y juntamente con él nos resucitó» (Ef. 2:6ª). La buena noticia del Evangelio del Reino, es que no solo Jesucristo resucitó; también en él, hemos resucitado nosotros. Él fue nuestro sustituto no solo en la muerte, sino también en la resurrección.

Ahora bien, hay algo que surge todavía cuando leemos la carta de Pablo a los Efesios. Allí descubrimos algo más fuerte y maravilloso que nos ayuda a completar nuestro entendimiento acerca del alcance completo de la obra salvador de Cristo. Desde sus líneas se nos revela que nuestro bendito Señor, siendo aún Jesús de Nazaret, también fue ascendido y exaltado por nosotros. Entonces aquí también podemos decir, siguiendo la sentencia del apóstol Pablo, que si uno fue ascendido y exaltado por todos, luego todos fueron ascendidos y exaltados. Y en efecto, Pablo, en su carta a los Efesios, mostrando la gloria de la iglesia, declara que Dios «asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (2:6b). Nuestro amado Señor también fue nuestro sustituto en la ascensión y en la exaltación. No solo Cristo murió, también morimos nosotros; no solo Cristo resucitó, también resucitamos nosotros; no solo Cristo fue ascendido y exaltado, también lo fuimos nosotros. En esto consiste la buena noticia del evangelio del Reino. En esto consiste el  secreto de la gloria de la Iglesia.

Lo invito a abrir su espíritu y escuchar esta enseñanza apostólica: