martes, 25 de septiembre de 2012

Ayuno: un método divino para el avivamiento personal


"Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; afligí con ayuno mi alma, y mi oración se volvía a mi seno"
(Salmo 35:13) 


David quería identificarse con el dolor por gente que él conocía y estaba enferma. Por eso se vistió de cilicio, que es una forma de humillarse. A este acto le sumó el ayuno como instrumento propicio del espíritu humano que está en comunión con el Espíritu Santo del Eterno Dios.


Por todo esto, es importante decir que el Dios Verdadero instituyó el ayuno por primera vez en el día de la Expiación, el décimo día del séptimo mes. Esté día, los israelitas tenían el mandamiento de "afligir el alma" o hacer morir de hambre el alma (centro de residencia del ego, la falsa identidad del hombre).

Ayunar, según la revelación del Eterno, significa empobrecer el alma. Hacer que el alma no sea un instrumento de poder para el caos del sistema de cosas que gobierna la serpiente. Esto se logra a través de la concentración que se hace por medio de  rehusar la subsistencia de las obras de la carne por medio de abstenerse de alimento. 

El ayuno en las sagradas escrituras descansa sobre la verdadera auto-humillación y penitencia. Entendemos por penitencia al  acto o acción que el hijo arrepentido realiza para manifestar exteriormente el poder del arrepentimiento que ha provocado el deseo de reparar todo daño efectuado contra el Propósito Eterno de Yahvéh.

El ayuno es el método de Dios para subyugar el alma carnal bajo la soberanía de Su Santo Espíritu. 

El ayuno es un acto que permite expresar y demostrar pena por el pecado., Es justamente una manifestación externa de la pena y dolor interno por el pecado. Es de este modo como el Eterno nos ayuda a humillar nuestra naturaleza carnal debajo de su mano sublime y poderosa.

El ayuno aclara y libera nuestras mentes para entender lo que Dios está diciendo a nuestros espíritus. Esto condiciona nuestros cuerpos para llevar a cabo su perfecta voluntad. Al perseverar a través de las molestias físicas iniciales y mentales, experimentaremos una calma de alma para concentrarnos en las cosas de Dios sin que ni siquiera los apetitos legítimos del cuerpo interrumpan la dulce comunión con el Señor.

Esto fue lo que pasó con el Señor Jesucristo cuando ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y lo mismo con Moisés y con Elías. Ellos alcanzaron ese grado mental en el que el ingerir alimento dejó de ser atractivo en comparación de la delicia de la comunión con el Señor.

En estas circunstancias, la persona que ayuna se hará más dócil a la guía del Espíritu Santo.¡Lo milagroso comienza a fluir sin obstáculo alguno! 

Lo más interesante es que después de que el Señor Jesucristo terminó de ayunar, dice el Nuevo Pacto en Lucas 4: 14 que Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.

De todo esto, se nos revela que el ayuno trae avivamiento personal y agrega poder a nuestras oraciones. Esto último tiene su explicación en el hecho que ayunando nos ponemos más sensibles a la guía del Espíritu Santo y podemos discernir mejor la voluntad de Dios en determinado asunto y en consecuencia podemos orar pidiéndole conforme a su perfecta y agradable voluntad y no de acuerdo a la nuestra.

La palabra de Dios garantiza que todas las oraciones hechas en Su voluntad serán respondidas favorablemente por Dios Su Gracia y Poder.

En esto quisiera ser enfático, el ayuno no es la forma de torcer el brazo de Dios para obligarle a que él haga lo que nosotros queremos. El ayuno no es para chantajear a Dios en otras palabras. Es decir que Ud., por ejemplo, no debe ayunar para pedir a Dios que le haga ganar el premio mayor de la lotería, u obtener el sí de la muchacha de sus sueños. Debe quedar bien claro, en nuestro entendimiento, que el ayuno no hace que automáticamente cualquier oración nuestra va a ser respondida por Dios favorablemente. Lo que sí hace es dar la oportunidad de concentrarse en adorar en espíritu y verdad, de auto examinarnos delante del Eterno, confesar cualquier cosa que esté mal en nuestras vidas, pedir perdón por ello y discernir la voluntad perfecta del Padre para nuestras vidas a fin de pedirle conforme a esa voluntad.

En este escenario de cosas, Dios siempre hará algo especial para Ud. bien sea internamente o externamente o ambas cosas, cuando Ud. se niega a Ud. mismo y enfoca su amor, adoración, fe, y obediencia solamente en Él.




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